Microsexos Postqueer y Metaformatividad.

por Jaime del Val

(version ampliada de la entrada escrita para la Enciclopedia Crítica de Género de próxima publicación en la editorial ARPA)

 

Introducción: Heterosexualidad y Extinción en la Era de Algoritmos

Microsexos, Metasexo, Macrosexo e Hipersexo [1] son una constelación de conceptos que forman parte de la metaformatividad postqueer, la Filosofía Radical del Movimiento y el Metahumanismo[2], propuestas de lo filósofe-artista-activista metahumana no binarie Jaime del Val. [3]

Los conceptos se ubican en el marco de una doble inversión o doble reverso[4]: la que considera el conjunto de sistemas de dominación surgidos en la Tierra en los últimos 10.000 aproximádamente (desde el origen de la agricultura) como una anomalía geológica y evolutiva que destruye el ecosistema terrestre, desata un Holocausto Planetario, una extinción en masa y una probable auto-extinción de la especie dominante. Este proceso tendría dos pilares interrelacionados: la multiplicación exponencial de la población del Sapiens y la forma tóxica y devastadora de ocupar la tierra que se le asocia, ambos emergiendo desde el origen de la agricultura. El desafío por ello es invertir una inversión original (un tema ya esbozado por Nietzsche) no para volver atrás (a un edén que nunca existió) sino para recobrar la variación evolutiva. Se trata por tanto de una enmienda a la totalidad del proceso “civilizatorio” y del supremacismo humano que se le asocia.

Los regímenes heteronormativos y heteropatriarcales opresivos que bajo diversas formas han emergido con, y cimentado, la devastadora ocupación de la tierra y la multiplicación exponencial de ciertas ramas dominantes del Sapiens en estos milenios recientes serian por ello parte de una anomalía geológica, un evento de extinción, una multiplicación que nos lleva paradógicamente a la extinción.[5] La heterosexualidad, como régimen opresivo de multiplicación, nos lleva a la extinción. La heterosexualidad se entiende aquí como un régimen que ha creado, de formas varias y desde hace milenios, una asociación reduccionista de sexo con reproducción, culminando en el modelo Victoriano de la sociedad industrial y su familia nuclear, un régimen de multiplicación homogénea para un monocultivo tóxico del Sapiens.

Es fundamental observar que de acuerdo con la opinión abrumadora de antropólogas (como James Suzman) e historiadoras (como Y. N. Harari), durante cerca de 300.000 años el Sapiens proliferó en culturas variadas de recolectores siendo siempre menos de un millón de población, sin ocupar la tierra de forma devastadora, ni desarrollar sistemas a gran escala de opresión, esclavitud y exterminio, y que la agricultura empeoró la calidad de vida de estas culturas dramáticamente desde hace unos 12.000 años, imponiéndose gradualmente junto al aumento extremo de la población.

Según Del Val (2022b) el origen profundo y complejo del proceso evolutivo desafortunado por el que ciertas ramas del Sapiens se ha convertido en una enfermedad en la piel de la Tierra (usando de nuevo palabras de Nietzsche), tendría que ver con una atrofia sensorimotora con remotos orígenes en el bipedismo que creó una espiral de reducción, un bucle cerrado, un cuerpo tanto más temeroso, autoconsciente y atrofiado cuanto más se expandía en sistemas técnicos que colapsan al planeta y en sistemas abstractos de reglas: porque ha perdido el sentido del movimiento relacional debido a su pobreza sensorial y su rigidez propioceptiva creciente, de la que al máximo ejemplo actual es el cuerpo atrofiado que pasa el día haciendo click en pantallas deviniendo apéndice  de sistemas planetarios de computación.

La propuesta metahumana se distancia del supremacismo humano imperante en la casi totalidad de políticas humanas, incluidas queer, que rara vez se cuestionan el derecho intrínseco a multiplicarse como especie ni a vivir en entornos urbanos y sistemas planetarios tóxicos y devastadores para todas las demás formas de vida. Al revés, muchos de estos ámbitos críticos reproducen el sistema de la extinción al afirmar que solo se puede hacer política desde las matrices de dominación y sus sistemas discursivos y de representación. (Buena prueba de ello es que el veganismo se sigue considerando una opción marginal, allí donde el metahumanismo considera que el no-veganismo debería criminalizarse al menos al mismo nivel que el asesinato en masa de humanos; y que las políticas sociales son a menudo la reivindicación del derecho a asimilarse en el sistema de la Extinción.)

La propuesta metahumana apunta a una redefinición de todo antropocentrismo planteando que todo problema “humano” debe reubicarse como una parte pequeña de un marco mucho más grande de la Salud Planetaria, superando los marcos onto-ético-legales creados por el supremacismo humano y su racionalismo, hacia una r/evolución del movimiento, no verbal, no racional, una política dionisíaca de la vida como variación, fundamentada en una reinvención de la sensibilidad, en una ética del co-sentir donde se trata de moverse con los flujos y formas de vida de la tierra sin imponerles el propio movimiento alineado y atrofiado (del Sapiens dominante) y entendiendo cómo la forma entera de vida del sapiens actual, sus sistemas de urbanismo, transporte, alimentación, multiplicación, leyes, consumo, producción y desecho… son un atentado sin precedentes contra todas las demás formas de vida, una forma empobrecida y opresiva de vida para el propio Sapiens, y un suicidio como especie.

Para esto se plantea una redefinición completa del cuerpo, la percepción y el movimiento a través del concepto de IC (Inteligencia corporal): la capacidad auto-organizada e indeterminada de movimiento fluctuante de todo cuerpo, que se presenta como alternativa a la distopía de control de la IA (Inteligencia artificial).

 

Macrosexo e Hipersexo: El Algoriceno, el Trash-humano y el Holocausto Planetario

Del Val define la era geológica en la que el Sapiens se multiplica y expande, destruyendo el ecosistema terrestre, como Algoriceno (Del Val 2017), o era de algoritmos, pues lo que surge en este proceso milenario es una determinación y homogenización radical de movimientos, un campo geométrico que crea un cuerpo-mundo calculable solo en la medida en que reduce la indeterminación y variación intrínseca del movimiento de flujos moleculares y los cuerpos que estos componen. Este empobrecimiento del movimiento corporal y planetario (que reduce la indeterminación y la variación, que son fundamento de la evolución como diversificación), sería el sustrato profundo del proceso de extinción. Del Val lo analiza en dos fases: macroceno e hiperceno y a cada una se asocia una articulación reduccionista del sexo: macrosexo e hipersexo.

El Macrosexo está asociado al conjunto de sistemas de multiplicación extrema de la especie en los últimos milenios por los que el Sapiens pasa en 10.000 años de 1 millón a 8.000 millones, camino de 10.000 millones en 2050. Implica una homogenización de movimientos-relaciones que emerge desde los orígenes de la agricultura y se desarrolla a través de las sociedades soberanas y disciplinares hasta la segunda guerra mundial. El macrosexo se caracteriza por crear y cimentar la confusión histórica entre sexo y reproducción. Más tarde veremos por qué se trata de una confusión cuando redefinamos el sexo como mutación (microsexo). El macrosexo surge asociado a la dominación en las sociedades agrícolas como apropiación de la tierra a gran escala dando pie a la concepción más reduccionista del sexo como reproducción de un ente y como multiplicación descontrolada de una especie que deviene Plaga planetaria. Está vinculado a procesos colonizadores, de expansión de la especie, a proyectos imperiales y también al Estado-Nación.

El macrosexo está asociado a la ontología, al surgimiento de la quimera del ente, el ser que se reproduce, que se fija mientras intenta paralizar el devenir, un proceso asociado a un modo de reducción y homogenización sensorial que culmina en la perspectiva lineal del Renacimiento, con el punto fijo de visión y la dominación de la visión fija a la distancia. Este modo reductivo de percepción subyace y antecede a la ontología dualista Cartesiana, a la representación y todas sus tecnologías, hasta la actual sociedad de pantallas e interfaces ubicuas, y se asocia por ello también a la historia de la pornografía, que no es una representación del sexo sino un modo de sexo: un modo homogéneo de composición-relación sensorial de los cuerpos basado en la perspectiva lineal. El porno no es representación, es un modo de sexo, de composición geométrica basada en la perspectiva que minimiza la mutación y favorece la homogeneización de  relaciones a la distancia: entre el espectador y el observado. Multiplicación del ente y pornografía son las dos expresiones paradigmáticas del macrosexo como reproducción homogénea del ente-imagen y sus relaciones geométricas: el monocultivo del Sapiens dominante.

El macrosexo culmina en la moral Victoriana, que no por casualidad surge en pleno apogeo de la era industrial, de la tóxica expansión planetaria del Sapiens dominante, y del mayor imperio conocido, el Británico, asociado a la familia nuclear como unidad de reproducción masiva de trabajadores y de la especie colonizadora, un sexo contenido en la estricta privacidad por medio del pudor y la condena de toda variación. Esta multiplicación del Sapiens colonial y su devastadora ocupación de la Tierra, su esclavitud y exterminio de otras especies y de otras culturas humanas, desata un proceso de extinción en masa y un Holocausto Planetario (100.000 millones de animales por año en campos de concentración eufemísticamente llamados “granjas”, Del Val 2022a[6]). Se manifiesta así que la opresión heterosexual es una con la opresión animal y que no hay liberación sexual sin liberación animal y viceversa. En su raíz está el Trash-humano (Del Val 2022a) atrofiado y desmejorado que crea un planeta basura a su imagen y semejanza. Este Trash-humano es la verdadera cara del Transhumanismo y la digitalización.[7] La multiplicación, la expansión, y la dominación extrema subyacen pues paradógicamente al sistema de la Extinción. Pero a estos subyace una homogeneización de movimientos a escala planetaria, una atrofia evolutiva.

En la Segunda Guerra Mundial el paradigma está listo para un nuevo giro aun más problemático, hacia el hipersexo: los sistemas cibernéticos y de computación que surgen a raíz de  la Segunda Guerra Mundial, con raíces en la termodinámica del S. XIX, reconocen la impredecibilidad de un mundo en variación continua, pero intentan anticiparse a sus cambios con sistemas dinámicos de control, redes dinámicas de cálculo, y de cuerpos ya previamente alineados en milenarios sistemas geométricos de orientación. El hipersexo ya no se limita a imponer patrones únicos y homogéneos de relación sino que intenta anticipar y capitalizar variaciones del deseo que antes eran inútiles, añadiendo un proceso de multiplicación de nichos de mercado para toda diferencia capitalizable y la producción anticipada de lo nuevo como forma esencial del poder, anulando con ello gran parte del dinamismo de los movimientos sociales, a la par que aumenta la homogeneización de los sistemas normativos heredados, debido, no al contenido sino a la infraestructura sensorial homogénea de medios perspectívicos-algorítmicos como las redes sociales. Se trata de sistemas cada vez más autónomos y ontológicamente opacos de algoritmos que operan las bases de datos relacionales (Big Data) con las que la vida en la Tierra se gestiona de forma cada vez más integral, según el humano deviene apéndice de sistemas de computación planetaria orientados al control total.[8] Pero no se ha entendido que control total es empobrecimiento total que genera una singularidad de extinción. En el hipersexo se intenta capitalizar toda acción, toda relación se torna trabajo hipersexual en una distopía de control algorítmico e inteligencia artificial que es hiperfascista precisamente por como se promueve activamente por los ciudadanos, disfrazada de falsa liberación, además de ser radicalmente insostenible a nivel ambiental y extractivista. Un ejemplo paradigmático del hipersexo es el chemsex, que, tras su aparente aspecto liberador esconde un ejemplo prototípico de orgía hipercontrolada, dependiente de sistemas planetarios de algoritmos tanto como de compuestos químicos (drogas y medicaciones crónicas).

Tenemos pues un doble desafío: desmontar la reducción histórica del sexo a reproducción controlada de un ente (macrosexo), y la más reciente capacidad de los sistemas digitales de capitalizar toda variación del deseo y toda relación potencial (hipersexo).

 

Microsexos: el sexo es mutación

Frente a estas concepciones dominantes pero evolutivamente anómalas es precisa una reconceptualizacion total del sexo: no como reproducción sino como mutación. Cada modo de composición de los cuerpos es un modo de sexo, cada composición es una mutación. Para ello Del Val expande las propuestas de Lynn Margulis y Dorion sagan, con el concepto de Microsexos[9]. Como nos dice la bióloga Lynn Margulis[10], la matriz evolutiva de biodiversificación es el sexo bacteriano, un paradigma mucho más adecuado para definir el sexo que el del humano industrial Victoriano, atrofiado, monógamo, pudoroso, y obsesionado con devenir la plaga planetaria.

La ontología microsexual propone un continuo evolutivo de variación en la que el sexo es solo mutación sin programa, movimiento continuo de variación, como parte de una ontología orgiástica en la que un universo es expresión de la fluctuación cuántica como movimiento de variación.

Las bacterias tienen sexo para intercambiar genes y mutar continuamente, no para reproducirse (se clonan). Durante 4.000 millones de años el sexo bacteriano y viral ha sido la matriz de la evolución como proceso de biodiversificación. Cada colonia de bacterias es, tal como dice Lynn Margulis, un acoplamiento orgiástico diverso, un ensamblaje o metacuerpo de mutación genética. Siguendo a Margulis y Sagan (1998) las bacterias desarrollaron dos tipos primordiales de sexo: transgénico y de fusión hipersexual y simbiótica. Después, los protoctistas desarrollaron otro tipo de sexo de fusión: el sexo meiótico que llevó a las plantas y animales, entre los cuales se haya el sexo biparental casi como una rareza. Miríadas de modos de sexo han proliferado en 4.000 millones de años de evolución.  Margulis y Sagan desarrollan esta prodigiosa historia del sexo, que extiende el proyecto de Michel Foucault de una Historia de la Sexualidad a la historia entera de la tierra, para desmontar completamente la estrechez de los conceptos predominantes sobre la sexualidad. La historia de la vida es una gran orgía planetaria, de intercambio, simbiosis y mutación indeterminada y continua.

Pero en organismos complejos como nosotres la mutación no es solo genética sino sobre todo epigenética[11], cognitiva, sensorial, afectiva, hormonal, molecular, ecosistémica, social, técnica. El sexo es mutación transmodal. Hay infinitos modos de composición entre los cuerpos. Cada recomposición de nuestro enjambre de 360 articulaciones permite crear nuevas composiciones con otros cuerpos. Cada una es un nuevo modo del cuerpo de sentirse a sí mismo y al mundo. Cada nueva relación que entablamos con el mundo, desencadena una mutación en todos los órdenes bioquímicos de un cuerpo. Cada nuevo movimiento es una mutación.[12] El problema es que hemos homogeneizado las relaciones, movimientos y percepciones a través de la geometría, la perspectiva y las tecnologías de la “representación”, minimizando la mutación.

La mutación pues no es solo genética y por ello es preciso ampliar el concepto de sexo de Lynn Margulis a todas las mutaciones no genéticas que acontecen en las relaciones entre cuerpos. Un cuerpo es un campo de fluctuaciones bioquímicas en el que la epigenética (la expresión particular de los genes en función de factores ambientales), el metabolismo, el infinito mundo de la dinámica de las proteínas y de otras moléculas, de las hormonas, de los movimientos neuronales que llamamos pensamiento, o las emociones, tienen tanto o más peso que la genética entendida como código (una visión cuestionable de una biología determinista).

Cómo me muevo, percibo o me relaciono transforma la expresión de mis genes, mi metabolismo, mis hormonas, mi química emocional y cerebral, mis sinapsis neuronales, mis pensamientos, y transforma también los ecosistemas con los que interactúo. Cuanto más rígidos son mis movimientos más pobres son mis pensamientos y mis capacidades de relación y mutación. Igual que cada colonia de bacterias ha movilizado un compuesto orgiástico particular de intercambio genético y metabólico (cada colonia es un sexo distinto) también cada manera de componerse un cuerpo con otros, de acoplarse, relacionarse, desata nuevas mutaciones, crea nuevos metacuerpos o campos de variación molecular.

Del Val propone que un cuerpo es ante todo un campo propioceptivo de fluctuación que siente sus fluctuaciones internas y en relación con los campos fluctuantes que le rodean. La propiocepción es el sentido de movimiento interno del cuerpo, pero en la propuesta de Del Val de una Filosofía Radical del Movimiento se reconceptualiza como la matriz primordial e indeterminada de variación e integración sensorial de un cuerpo que precede evolutivamente a todos los demás sentidos y es común a toda forma de vida y todo campo de movimiento, incluidos compuestos moleculares e inorgánicos. Su capacidad auto-organizada de fluctuación y variación, que sobrepasa y precede a cualquier modo racional de control, es llamada IC (Inteligencia Corporal) (Del Val 2020a, 2021a y 2002b).

Del Val articula esta propuesta con la de una cosmología orgiástica o enjambrante en la que el movimiento intrínseco de la evolución de un cosmos, como variación y diversificación creciente, no sería una disipación entrópica sino un movimiento de variación continua activamente propelida por la fluctuación cuántica, las variaciones indeterminadas de energía densidad que, según la física de los últimos 100 años, es sustrato ubicuo y semilla de todo fenómeno en un universo, presente incluso en al vacío mas total, y que afina la “constantes” de un universo en su inflación inicial. Solo hay fluctuación, campos de fluctuación que se expresan en un movimiento de variación infinita. Un cuerpo es un campo de variación-fluctuación, un enjambre auto-organizado con memorias moleculares de más de 4.000 millones de años  de antigüedad. Indeterminación no es puro azar sino la variación mínima sostenida de la fluctuación.

Microsexos es también un proyecto artístico desarrollado por Del Val desde 2007 https://metabody.eu/es/microsexos/ asociado a la praxis que metaformance (Del Val 2012): la práctica de abrir percepciones alineadas a mayor indeterminación, una reinvención de la sensibilidad. Microsexos moviliza un cuerpo propioceptivo indeterminado ajeno al punto fijo de visión, un cuerpo irreductible a la noción de forma y anatomía, un cuerpo post-anatómico. Es en este proyecto en el que se basan muchos de los conceptos propuestos.

Los microsexos es preciso pensarlos en un doble movimiento: desalineándose de lo que fija y homogeneiza (la perspectiva, visión externa fija) y movilizando la variación indeterminada (la propiocepción, fluctuación-sensación y movimiento internos).

Micro– denota aquí lo que está en variación continua y mínima; aquello que no se hace dominante, que no deviene forma ni estructura, que permanece en movimiento.

 

Metasexo: Sexualidad modal

Si los microsexos son la reconceptualzación del sexo como variación que no se fija ni se impone, como “voluntad-de-poder-de-variación”,  y como proceso de variación relacional, ¿como darle más espesor a las variaciones que surgen en su proceso, desalineando y superando todo concepto binario heredado de la confusión histórica de sexo con reproducción? Esta propuesta se expande en el concepto de Metasexo, hacia una sexualidad modal.

La metasexualidad es un concepto fundamental del escritor Marco Vassi, quien a principios en los años 1970, en “Un Manifiesto Metasexual” (Vassi 1976) propone ya la necesidad de superar la confusión histórica de sexo con reproducción, de pensar un sexo más allá del sexo-como-reproducción (metasexo), y articula para ello una propuesta visionaria y que ha sido sorprendentemente ignorada desde ámbitos queer.

Vassi propuso el término metasexualidad para referirse a todo el abanico mucho más amplio de modos de sexo no reproductivo, que son formas de simbiosis y mutación colectiva, de riqueza experiencial y relacional. Vassi propuso que para pensar esa pluralidad tenemos que desprendernos por completo de los conceptos erróneos y dominantes heredados de la confusión histórica de sexo en general con sexo reproductivo. Vassi propone una manera alternativa de pensar y articular nuestra experiencia de formas mucho más plurales. Propone una concepción modal de la sexualidad. Se pueden definir infinitos modos metasexuales, pero no en función de géneros, orientaciones, o prácticas genitales, sino de cualidades experienciales que exceden las categorizaciones binarias de  género o sexo de los cuerpos que interactúen. Ese foco en lo experiencial y en la riqueza multisensorial y en proximidad permite superar la percepción reductiva y categorizante que reproduce el binarismo. Si bien Del Val propone que es preciso un trabajo paralelo de desalineamiento de las articulaciones binarias que tan profundamente afectan a nuestras hormas cognitivas entiendo su carácter anómalo y asociado al proyecto del Supremacismo humano y su evento de Extinción en masa.

En “The Metasexual Manifesto” Vassi (1976)[13] propone el término metasexo para referirse a una multiplicidad de modos de sexo no reproductivo. Vassi, a modo de ejemplo, propone seis modos, basados en su experiencia, que podrían ser de aplicación a otres, pero invita a cada uno a desarrollar sus modos:

  1. El modo metasexual “procreativo” se apropia de cualidades asociadas al sexo reproductivo, una mezcla de urgencia y de profundo repliegue “hacia dentro”.
  2. El modo teatral involucra cierta distancia psíquica y disposición performática,
  3. El modo terapéutico es el más difícil y engañoso ya que se pone en juego abrir los propios traumas para sanarlos.
  4. El modo “romántico” se asocia a un anhelo de unión mística amorosa, y es una cualidad que puede darse de formas fugaces con perfectos desconocidos.
  5. El modo masturbatorio es un modo pleno en sí mismo donde una deviene una mónada sexual y que puede considerarse incluso más intenso, homeostático y superior a los otros modos.
  6. Finalmente el modo “Zen” es un modo transmodal que te permite pasar de un modo a otro. Se abre el concepto mismo de modo y con él, el de la existencia.

Los modos que plantea Vassi sobrepasan toda noción binara de sexo, sexualidad, género, anatomía, forma, o incluso práctica (conceptos heredados de la confusión histórica con reproducción) y se focalizan en la cualidad experiencial. Son diagramas permanentemente abiertos que permiten profundizar en dicha cualidad experiencial.  A modo provisional propone seis modos derivados de su propia experiencia quizás validos para otres pero invitando cada una a desarrollar sus modos. Los seis modos metasexuales de Vassi son: el procreativo (que extrae la cualidad experiencial de cierto sexo reproductivo), el teatral, el terapéutico, el romántico, el masturbatorio y el zen (que atraviesa y recombina todos los otros). Son todos ellos independientes de identidades de género, sexo u orientación y las sobrepasan al poner el énfasis en la experiencia, y en la reivindicación de la riqueza sensorial, así como de las constelaciones afectivas multidimensionales y abiertas, y de los múltiples modos de sexo público y de promiscuidad, juego y trabajo sexual, etc.

Esta propuesta se podría según Del Val (2022b) expandir a su vez en la posibilidad de articular géneros, afectos y parentescos modales, así como sujetos, deseos, temporalidades y espacios modales, para sociedades modales: cada sociedad o enjambre un modo de auto-organización distinto en todos los órdenes, pero no basado en reglas, sino en la capacidad de los cuerpos de fluctuar relacionalmente de forma indeterminada, co-sintiendo.

Así pues la microsexualidad seria el sexo pensado como mutación infinita, transmodal, epigenética, cognitiva, sensorial, afectiva, relacional, cuyo potencial se manifiesta en los infinitos acoplamientos posibles entre los cuerpos entendidos como enjambres propioceptivos fluctuantes, apelando a la plasticidad del modo y su potencia de variación. Y la metasexualidad seria la articulación de esa variación en modos, diagramas cambiantes de cualidad experiencial en variación continua, composiciones rítmicas relacionadas con modos de espacio, de ritmos vitales, de afecto, de socialidad, de economía y ecología. Lo relevante no obstante es la plasticidad de cada modo: su potencia de variación. Si se cierra, acabará imponiéndose y bloqueando el movimiento evolutivo de variación.

Meta- es un prefijo del que Del Val adopta todas sus connotaciones en griego clásico: lo que es a la vez intermedio (relacional) y está en variación o mutación.

 

 

Fig 28. Diagrama metasexual (Jaime del Val): desde concepciones binarias rígidas del sexo-género (A, B) pasando por el continuo de Kinsey (C), continuos binarios móviles que exceden cada vez más el binarismo (D, E), concepciones multidimensionales, pansexuales y poliamorosas (F)  multiplicaciones de nichos de identidades, prácticas y formas (G) hasta llegar a una microsexualidad postanatómica (H)  y una metasexualidad modal de variación indeterminada (I).

 

Ni dos, ni cinco, ni mil… Por qué mil millones de sexos no bastan.

No hay dos sexos, ni tres (como proponian Ulrichs o Hirschfeld en el S. XIX), ni cinco (como proponen algunas teorías de la intersexualidad o algunas comunidades indígenas y culturas nativas), ni siquiera basta con hablar de los “mil pequeños sexos” que proponen Deleuze y Guattari, asociados a su filosofía de los devenires, o de los mil millones de sexos que proclama Martine Rothblatt. Incluso esta propuesta, aunque suene prometedora, se revela insuficiente en una era del racismo biométrico donde se multiplican exponencialmente los perfilados algorítmicos automatizados de los cuerpos. Hace falta movilizar un cuerpo-sexo en movimiento y variación, irreductible a formas o patrones, desalineándose de las geometrías de la perspectiva y la “representación” que nos realinean con el sistema de la extinción.

No-binarismo radical

Las categorías de género y sexo binario, de heterosexualidad, orientación, genitalidad, privacidad, pudor, monogamia y familia nuclear son quimeras ontológicas, constituyen uno de los pilares del Supremacismo humano y de la delirante multiplicación del Sapiens que nos lleva paradógicamente a la extinción. Igual que los conceptos de especie, humano o humanidad, se tratan, no de realidades universales sino de creencias construidas, y destinadas a cimentar un proceso de dominación que como ahora vemos sin ningún género de dudas, es un callejón sin salida evolutivo.

Una cultura no binaria no es una donde se alternen o superpongan géneros binarios y sus estados intermedios, sino una que los desalinee y exceda por completo a la hora de conceptualizar la vida sin recurrir a un conjunto de quimeras ontológicas que son parte de una reciente y destructiva inflexión geológica que nos lleva a la extinción.

Hay que acabar con todo resquicio de reduccionismo sexual, incluida la obsesión con la genitalidad, la monogamia o la privacidad. Pero revindicar el sexo público en la era de la vigilancia global implica desmontar por completo los modos de relación mediados por sistemas panópticos de exposición y cuantificación, recobrando modos propioceptivos de relación.

No podemos reinventar el sexo si no reinventamos a la par nuestras arquitecturas, percepciones, movimientos, afectos, modos de parentesco y economías… Se trata de superar la inflexión evolutiva de las sociedades agrícolas y su pliegue de carencia y programación, control y repetición, dominación y cuantificación, hacia una economía simbiótica de la variación cualitativa.

Todo está relacionado: los espacios rectilíneos, el espacio-tiempo lineal, la familia nuclear….  Para crear nuevos modos de parentesco, familias poliamorosas y transespecie, composiciones corporales y orgías de mutación colectiva, precisamos reinventar por completo la percepción, el movimiento y la producción de espacio.[14]

Metaformatividad postqueer

La metaformatividad (Del Val 2002, 2006) por tanto no se centra en el contenido de una percepción: semiosis y representacón, sino en abrir percepciones alineadas hacia otras más indeterminadas, en abrir la experiencia al movimiento indeterminado. Para que haya evolución como diversificación debe sostenerse indeterminación. De la misma forma en que la biodiversidad es esencial para la evolución de los ecosistemas, la diversidad (sexual y de todo tipo) es esencial para la evolución de las sociedades. Se trata de un principio cosmológico de variación, en una naturaleza arché-queer.

La metaformatividad es post-queer: como teoría y práctica de la plasticidad sin forma excede la performatividad queer en tanto que no se trata de resignificar ni de representar sino de movilizar un cuerpo irreductible a representaciones y formas, un cuerpo post-anatómico que se desalinea de milenios de atrofia sensorimotora y de puntos fijos de visión. Se trata de una reinvención radical, no del contenido, sino de la estructura y el proceso de la percepción.

La metaformatividad no se opone a la performatividad, sino que le suma otras posibilidades, supliendo las dificultades que la performatividad tiene para abordar las problematicas del poder en la era del hipercontrol. La performatividad se refiere a un espectro particular de movimientos (discursivos, lingüísticos y semióticos) dentro del espectro más amplio de la metaformatividad. Al mismo tiempo, la metaformatividad permite une relectura en positivo de la performatividad queer, que se elaborará a través del metaconcepto différance de Derrida. Con ello se espera superar las limitaciones que ha tenido una lectura dominante de la performatividad, que ha afianzado un nicho teórico reductivo de hipertextualización del cuerpo y del sexo.

Postqueer: El  texto es cuerpo, y no al revés

La teoría queer se convirtió en un nicho hace más de veinte años, cercenando gran parte de su potencial político, siguiendo la lógica neoliberal de producción de nichos minoritarios.[15]

Este nicho ha operado en torno a una serie de mantras tautológicos, como aquel que dice que “no se puede escapar de la representación”. Se ha puesto excesivo énfasis en la idea de que el género y el sexo se construyen a través del lenguaje obviándose el espectro más amplio de movimientos que lo construyen y lo exceden y que no obedecen a una lógica semiótica.

El excesivo foco en lo lingüístico, semiótico y verbal ha obviado que la comunicación es sobre todo no verbal, movimiento irreductible a la semiótica y la interpretación racional, y condición necesaria para la creatividad en la comunicación, para la interpretación como proceso diferante.

Nuestra comprensión del lenguaje está también lastrada por la tradición que ha ignorado el cuerpo en movimiento favoreciendo las abstracciones “mentales” de símbolos. De entrada, la comunicación es sobre todo no verbal, en un 93%.[16]

De la performatividad queer a la metaformatividad postqueer

Pasamos de una performatividad queer, que opera descontextualizando  subversivamente enunciados discursivos, a una metaformatividad postqueer que opera abriendo a la indeterminación la percepción y el movimiento, donde  las políticas no se limitan a reposicionarse dentro de las matrices de poder (reiterando el dispositivo de la representación) sino a introducir plasticidad e indeterminación en unas percepciones y movimientos atrofiados desde hace milenios, (desmontando y abriendo el dispositivo de la perspectiva).

Esto es urgente en una era donde el poder algorítmico ha hecho suya la producción continua de lo nuevo, un poder dinámico, de formas dinámicas al que se trata de responder con la producción de lo amorfo, indeterminado, irreductible, reinventando el movimiento.

Diferancia sexual

Desde la metaformatividad se puede también releer la performatividad queer en su sentido más prometedor y en parte olvidado: la propuesta de Judith Butler de la performatividad del género se basa en el giro que Jacques Derrida le da a la teoría de la performatividad lingüística de John Langshaw Austin: como fuerza de descontextualización.

Esta fuerza debe leerse en toda su potencia a través del metaconcepto différance de Derrida, como movimiento del devenir – casi idéntico a su lectura deconstructiva de la khôra de Platón, que también ha tenido lecturas feministas por parte de Irigaray y Butler – así como a su concepto de diseminación.

El metaconcepto différance estaba influido por el pensamiento de la diferencia que Deleuze inaugura en su libro sobre Nietzsche de 1962, de la voluntad de poder como eterno retorno de la diferencia, y del vórtice como círculo diferencial;  puede así  vincularse al clinamen de Lucrecio y a la etimología del término queer en torquere, como desviación y variación implícita del movimiento de la materia: la voluntad de poder de variación como motor caosmológico, que Del Val asocia al concepto físico actual de la fluctuación cuántica.

La naturaleza es archéqueer pero su dinamismo se ha ignorado desde unas posiciones contruccionistas que solo conciben lo político en términos discursivos, un antropocentrismo racionalista tan incapaz de lidiar con los actuales sistemas de algoritmos autónomos como de defender a las 8,7 millones de especies que arrastramos a la extinción, una limitación que urge desmontar con una política del movimiento.

Genealogias postqueer

Como hemos visto, la reconceptualización del sexo propuesta se ha asociado a dos autores principales: la bióloga Lynn Margulis y el escritor Marco Vassi, ambos con teorías elaboradas en los años 70, si no antes, que, por algún extraño motivo, han sido ampliamente ignoradas en el ámbito queer. Margulis resitúa el sexo humano en una prodigiosa historia evolutiva de 4.000 millones de años con miríadas de formas de sexualidad entre las cuales la nuestra es una anomalía reciente. Vassi cuestiona la manera en que el propio sexo humano se ha conceptualizado equivocadamente, al asociarlo estrictamente con reproducción. Ambos coinciden en la necesidad de reconceptualizarlo: Margulis como asociado al intercambio genético  y con ello a la mutación y variación evolutiva, Vassi como asociado a lo que podríamos llamar mutaciones de la experiencia, y por ende también de la especie. Ambos defienden la relevancia política, implícita o explícita, de sus reconceptualizaciones radicales.

Luciana Parisi hizo en 2004 una relectura de Margulis a través de propuestas de Deleuze y Guattari de los mil pequeños sexos, y de la hidrodinámica del deseo de Luce Irigaray que venían también de los 70. Parisi elabora en Abstract Sex (Parisi 2004) el modelo de Margulis como máquina abstracta, matriz de mutación de una hipernatura que atraviesa los órdenes biofísico, biocultural y biodigital. Pueden encontrarse otras autoras de los 80 que apuntan hacia un enfoque modal, desde Gayle Rubin y Pat(rick) Califia a Gloria Anzaldúa, Sandy Stone (1987) y más tarde Tamsin Wilton.

Por el camino la transhumanista transgénero Martine Rothblatt (otra gran desconocida en círculos queer) es de ayuda al vincular el sexo a un proyecto transhumano mas amplio de transformación de la especie, denunciando el apartheid histórico  que supone (como ya hiciera Wittig en los 70 de otro modo) y al proponer formas audaces de reconceptualizar el sexo como parte de una libertad aun más general de forma humana; si bien la propuesta metahumanista se sitúa en las antípodas de la transhumanista pues esta última reproduce lo peor de los delirios de dominio tecnológico y determinista del supremacismo humano.

No es casual que muchas de estas propuestas visionarias e ignoradas, que plantean una posible genealogía de pensamiento postqueer, vengan en realidad de inicios de los 70 o finales de los 60, coincidiendo con la revolución de Stonewall (28 de junio 1969) y la de Mayo del 68 francés.

También a finales de los 60, Ursula K. Le Guin proponía en la novela La Mano Izquierda de la Oscuridad una originalísima propuesta de ciencia ficción para una sociedad ambisexual sin género, sin dualismos y sin guerras.  No es la única novela donde experimenta con sexualidades  y sociedades alternativas: en Los Desposeidos de Le Guin y en sus numerosas novelas de mundos comparados, o en El Hombre Hembra de Joanna Russ encontramos también fuentes de inspiración para repensar las arbitrarias maneras de articular nuestros mundos, la posibilidad de reconfigurarlos y la manera en que se entrelazan el sexo y todos los demás aspectos de la organización social. Se trata de ampliar el campo de visión, saliendo de la estrechez de miras que nos ha hecho ver nuestra anomalía cósmica como la única realidad posible. Hay que ser mucho más audaces reinventando nuestras ontologías.  Aunque en realidad se trata de deshacer un pliegue reductivo que nos lleva a la extinción, y recobrar la rabiosa y delirante creatividad de una naturaleza que, como ya nos decía Lucrecio, es queer (o postqueer o arché-queer) por principio: movimiento de variación infinita. La anomalía, la ciencia ficción distópica, es en realidad la “civilización”, cuya falsa inevitabilidad debemos superar.

 

Conclusión: la R/evolución Metahumana

La propuesta tiene implicaciones pragmáticas radicales: Plantea de entrada la necesidad de redefinir todas las políticas humanas como parte de una política planetaria mucho más amplia y no al revés.

Esto implica la urgencia de plantear la suspensión voluntaria de la reproducción humana para revertir la delirante multiplicación del Sapiens. Implica recobrar una capacidad sensorimotora perdida para deshacer nuestras dependencias con sistemas tóxicos de urbanismo, agricultura, extractivsmo, abuso del “suelo”, destrucción ecosistémica, producción, transporte, consumo y desecho. Implica criminalizar los campos de concentración eufemísticamente llamados granjas, un Holocausto Planetario de tal calibre que es la más insostenible y contaminante de todas las industrias humanas: promoviendo la transición a un planeta vegano (en el que habría de hecho menos agricultura pues el 80% de esta es para el ganado). Implica volver a ser en el proceso recolectores dispersos, desnudos, veganos antinatalistas, veganarqueer: coros y enjambres dispersos que danzan con los flujos de la biosfera y no contra ellos, contribuyendo a la diversificación de arquitecturas de la vida en la biosfera. Implica una orgía planetaria dispersa -un cruising ubicuo, metasexual y no intensivo- de mestizaje, hibridación, intercambio y mutación colectiva, de sexo público, de nudismo global, donde el cuerpo común, relacional y simbiótico recobra su potencia sensorial de mutación, su inocencia del devenir, su ética del co-sentir. La evolución, ya lo decíamos, es una orgía bacteriana. Se trata pues de recobrar un viejo y nuevo tipo de orgía, de mutación colectiva, como geopolítica orgiástica (Del Val 2020b) de una onto-cosmología orgiástica, que no esté sometida a la capitalización generalizada de los cuerpos. Entrelazades con metacuerpos planetarios de algoritmos y de virus, se trata movilizar un nuevo tipo de sexo público, de Cuerpo Común y Cuerpo Frontera, para crear Metatopias: movimientos de indeterminación, políticas de lo informe en la era del hipercontrol.

Implica pasar de  la familia nuclear de reproducción masiva a las familias (post-)queer y transespecie, con las que desmontar el Holocausto Planetario ocupándose cada humano de 10 no-humanos actualmente en granjas y que han de ser liberados. Implica una reinvención total de las arquitecturas, los ritmos vitales, la percepción, recobrando la indeterminación. Implica movilizar la IC (Inteligencia Corporal) contra la inteligencia reductiva obsesionada con patrones y el control supremacista.

No hay liberación sexual sin liberación animal. La propuesta metahumana-metasexual denuncia del supremacismo humano que aun reina en los movimientos LGTBIQA+. Urge desmontar el supremacismo que convierte a la humanidad casi al completo en cómplice y actora de un Holocausto Planetario que es también un suicidio de la especie dominante, una civilización Nazi en su conjunto, y con la percepción alterada, incapaz de ver su fracaso evolutivo, una psicopatía planetaria.

Todo esto es parte de la mutación metahumana. Una política dionisíaca de la salud planetaria y la variación infinita donde la salud no sea cosa de prolongar las vidas individuales de una élite humana a costa de crear una extinción en masa.

Las Terapias ontológicas se plantean como desmontaje de conceptos del supremacismo humano y como desarrollo de una nueva sensibilidad corporal, una política del movimiento para una R/evolución metahumana.[17]

El Cuerpo común (Del Val  2009a y 2021c) o Metacuerpo (Del Val 2002, 2006, 2009b) es el campo de relaciones de movimiento, como unidad ontológica primordial: es el coro-enjambre de cuerpos, o el cuerpo como coro-enjambre, como campo rítmico de variación.

Les Ontohackers son trabajadors microsexuales que movilizan variación e indeterminación corporal, sensorimotora, afectiva, cognitiva, epigenética, relacional, comportamental y social, para una cultura neurodiversa, un mestizaje simbiótico y una Salud Planetaria.

 

Referencias

Del Val, Jaime. 2022f. (Próxima publicación). Cuerpo común y Salud Planetaria.

Del Val, Jaime. 2022e. (Próxima publicación).  “Desmejora Trash-humana y Salud Planetaria”.  Ecuador: UArtes

Del Val, Jaime. 2022d. (Próxima publicación). “Holocausto Planetario, Supremacismo Humano y Extinción: Un Juicio a la ‘humanidad’ ”. Online.

Del Val, Jaime. 2022C. “Microsexos postqueer y metaformatividad. Heterosexualidad y extinción en la era de algoritmos.” ———–

Del Val, Jaime. 2022b (Monografía de próxima publicación). ONTOHACKERS. Radical Movement Philosophy in the Age of Algorithms. Earth, Milky way: punctum books – https://metabody.eu/ontohackers/

Del Val, Jaime. 2022a. “Trash-Human Unhancement and Planetary Health.: Undoing the Planetary Holocaust by Reinventing Movement and the Body: A Manifesto for Cosmic Response-Ability and the Future of Life”. Journal of Posthumanism 2 (1). London, UK: 3-30. https://doi.org/10.33182/joph.v2i1.1876.

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Del Val, Jaime. 2021a “The Body Is Infinite/ Body Intelligence: Ontohacking Sex-Species and the BI r/Evolution in the Algoricene”. Journal of Posthumanism, vol. 1, no. 1, May 2021, pp. 53-72, doi:10.33182/jp.v1i1.1447. Online: https://journals.tplondon.com/jp/article/view/1447https://journals.tplondon.com/jp/article/view/1447/987

Del Val, Jaime. 2020b “Geopolíticas de la Orgía” https://metabody.eu/es/geopoliticas-de-la-orgia/

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Del Val, Jaime Ed. 2000. La producción del Silencio. Revista reverso.  Nº1. http://www.reverso.org/reversorR1.0

Del Val, Jaime Ed. 2000. (De)construyendo identidades- Revista reverso.  Nº2. http://www.reverso.org/reversoR2.0

Del Val, Jaime Ed. 2000. Cultura, subcultura, contracultura – Revista reverso.  Nº3. http://www.reverso.org/reversoR3.htm

Deleuze, Gilles. 1992, “Postscript on the Societies of Control“, October 59, (Winter 1992): 3-7 Cambridge, MA: MIT Press. (Translator unknown)

Margulis, Lynn and Dorion Sagan. 1998. ¿Qué es el sexo? Translated by Ambrosio García Leal. Barcelona: Tusquets.

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Vassi, Marco. 1976. The Metasex Manifesto: Erotic Tales of the Absurdly Real. New York: Bantam Books. >>>Pdf

 

Notas

[1] El desarrollo completo de estas propuestas se encuentra en la extensa monografía Ontohackers de próxima publicación en 2022, ver Del Val 2022b.

[2] Ver del Val y Sorgner 2010 y Del Val 2021b.

[3] Ver https://metabody.eu/es/jaime-del-val/. Textos completos de Jaime del Val aquí: https://metabody.eu/es/jaimedelval-escritos/ ) – Compilación online 150 ensayos 2002-2020: https://metabody.eu/metabodies-book/.

[4] Reverso es el nombre de la primera revista de estudios LBTIBQ y teoria queer en español, editada por Jaime del Val, con tres primeros números impresos en 2000 (ver Del Val 2000 y  http://reverso.org/reversorevista.htm), posteriormente se convierte en una asociación y plataforma para proyectos transdisciplinares, coordinando el proyecto Metabody – https://www.metabody.eu– desde 2013 y Bodynet-Khorós desde 2022.

[5] Ver también https://metabody.eu/es/del-microsexo-al-metasexo/https://youtu.be/WinIkmYsXfw.

[6] Ver también https://metabody.eu/es/holocausto-planetario/

[7] Ver Del Val 2022a y https://youtu.be/C4atvU7607Y y https://youtu.be/dhZnWdi0gpU.

[8] Sobre sociedades de control ver Deleuze 1992, sobre ontopoder anticipatorio ver Massumi 2015, sobre gubernamentalidad algorítmica ver Rouvroy 2013.

[9] Para un primer escrito sobre el concepto de Microsexos ver Del Val 2010.

[10] Ver Margulis y Sagan 1998.

[11] La epigenética es la ciencia que estudia la manera en los genes se expresan de formas diversas según las condiciones ambientales.

[12] Ver Bowman 2017, sobre la relación entre el movimiento y las expresiones epigenéticas.

[13] Con una primera versión en Penthouse en 1973 y otro en 1975.

[14] Henri Lefebvre (1991) propone un análisis de como el espacio se produce y plantea la posibilidad de un espacio diferencial que surja de los cuerpos.

[15] Ver Del Val 2011 y http://www.reverso.org/comisarios-queer.htm.

[16] Esta es una cifra que se propone tradicionalmente en estudios de comunicación no verbal a partir de los estudios de Mehrabian de los años 60.

[17] Ver: https://metabody.eu/es/decalogo-metahumano/https://metabody.eu/es/baremo-desnazificacion/https://metabody.eu/metahumanities/  – https://metabody.eu/metahumanism/